Toda esta etapa de esplendor no dura para siempre. A comienzos de los 80, las autoridades de Nueva York emprenden una lucha significativa contra el graffiti, para esto toman una serie de medidas importantes.
Se denomina a los escritores como buffs (entusiastas).
Se instalan vallas más sofisticadas en las cocheras de los vagones del metro.
Se recubren los vagones con pintura más resistente.
Aumentan la vigilancia.
Debido a esto se empieza a debilitar el arte del graffiti urbano, pero ciertos escritores conseguirán encontrar con astucia una solución como para poder seguir adelante. Otros graffiteros indagaran sobre otras alternativas, una de ellas es viajar a Europa. Más allá de estas medidas se instala en Manhattan el crack, que una droga letal que se introduce con el objetivo de generar violencia en la comunidad del graffiti.